“Nunca tuvimos un problema especial con él, ni siquiera nos caía mal, no nos daba placer molestarlo, sólo fue un momento de desesperación, cruel, debo admitir, pero tan poco premeditado que resulta curioso cuánto nos perturba más de treinta años después.”
Aquella tarde hacía calor y como nos aburríamos de nuestro “parkour pobretón” decidimos cambiar de juego.
_ Bueno, eso ya lo saben.
Gustavo entró a una heladera normal, igual que entré yo y que entró Daniel... - Creo que..., éso, ¡también lo saben! Sin embargo, lo que nunca sabrá Daniel y ustedes guardarán el secreto,
es lo que descubrì hoy. Eran las seis de la mañana y el sol comenzaba a despuntar sus primeros rayos. El paisaje de las heladeras blancas y beiges, ordenadas en filas que, a los doce años me parecían un laberinto de soldados muertos , se recrudecìa aún más, con la experiencia y las cosas vividas, y era como un campo de batalla devastado, con cuerpos mutilados y armas oxidadas.
La luz natural trajo más claridad, no sólo al camposanto enmohecido sino también a mi alma. “Yo sé que la heladera me ayudó a olvidar como si el recuerdo también quedase congelado...”
De repente, un “hombre con los pies descalzos y la cara sucia manchada de aceite” me indicaba el camino, me señalaba y abría la heladera que yo buscaba, mientras hacía pequeños globos con su goma
de mascar y esbozaba una sutil sonrisa . “No tuve miedo, no era un espíritu.” Estupefacta permanecí al encontrar “la remera a rayas, los shorts azules” y en su bolsillo una carta con la fecha de hoy. La misma decía:
Ese día, yo me había escapado de casa, estaba enojado con mis padres, pues me decían que genéticamente podría tener alguna complicación en el crecimiento.
Hacía calor, estaba un poco estresado con la noticia y el juego me parecía todo un desafío de superación personal. Grande fue mi sorpresa e imagino la tuya y la de Daniel, cuando mis padres me contaron que al encontrarme estaba todo sucio y perdido. Lo supe tiempo después, ya que de aquel trance no tenía registro alguno y marcó el comienzo de mi enfermedad.
Esa tarde fue el primer episodio de mi epilepsia mioclónica juvenil (EMJ) que se desató con toda su furia. Las crisis son generalizadas duran de un minuto a tres, con ausencias, pérdida del control de los esfínteres, heces, orina, etc. etc. Bueno eso ya lo sabes. ¡Qué vergüenza fue para mi! ¡Me imagino la cara de ustedes, cómo se deben haber asustado! Ahora convivo con ella y la medicación me hace bien...
Otra cosa, te pido disculpas si te asusté con mi outfit pero estoy filmando una serie un poco surrealista, quizás como lo que vivimos todos, en estos años en que ¿nos desaparecimos? o ¿nos fugamos?
Ahora no puedo quedarme pero regreso el mes próximo para las escenas finales. Ojalá nos volvamos a encontrar! Te dejo mi contacto en el otro bolsillo del short. Les guardo un gran cariño.
Gustavo.
Liliana Fernàndez
Club de lectura.
abril. Mariana Enriquez